Angustia


 




Por primera vez en mucho tiempo, estoy haciendo las cosas bien. Tomo religiosamente lo que me recetaron, no bebo una sola gota y me reporto al oficial de minoridad todas las semanas. Ojalá pudiera decir, sin que me tiemble el pulso, que no sabía lo que hacía aquella noche. ¿A quién pretendo engañar? No sólo conozco lo que hice, además lo disfruté.

Nadie toleraba a Josefina. Desde que llegó al colegio, supo ganarse tantos admiradores como enemigos. Altanera y egoísta, conquistó la simpatía del director y hasta la del último empleado. Del primero obtenía las excelentes calificaciones; del otro, la vista gorda ante sus reiteradas inasistencias.  Pero a mí no me engañaba, detrás de su sonrisa ingenua y sus modos angelicales, se ocultaba un demonio capaz de las más abyectas aberraciones. Tal vez por eso nadie se sorprendió cuando hice lo que hice.

Me mantuve imperturbable cuando llegó la policía y también durante el interrogatorio. No les tenía miedo, quería terminar de una vez para dormir horas y horas. Al final me largaron, parece que no la lastimé tanto. Lástima. Al ser menor de edad, no podía quedar detenido. Tuve que ver a una psicóloga y me asignaron un oficial de minoridad que se haría responsable de mí.

Después de unas semanas regresé al colegio con una sensación cercana al orgullo. Imaginaba la recepción: aplausos y vítores para el que se animó a hacer lo que ellos no pudieron. Nada de eso; en lugar de abrazos, encontré una fría indiferencia, un silencio atroz. Nadie quería sentarse conmigo. Me di cuenta de que me temían, esquivaban la mirada. Me estaba quedando solo.

Entonces te conocí.

Es totalmente novedoso, debo reconocerlo. Jamás había experimentado este dolor, esta falta de aire, este desasosiego. Ignoro lo que me hiciste, qué suerte de hechizo volcaste sobre mí, pero todas las noches veo el rostro sorprendido de Josefina en aquel instante trágico. Trato de evadirte pero no puedo, inundás todo mi ser, sufro en tu presencia con la misma intensidad con la que te disfruto. El daño que supe provocar a los demás, ya no me excita como antes. Los médicos me indicaron un tratamiento que cumplo a rajatabla, sin ningún resultado.

Sé lo que tengo que hacer, y no es fácil. Como no puedo alejarte de mí, te llevaré conmigo a ese lugar del que no se vuelve, ese lugar que alivia para siempre.

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