Frente a mí

 



Si apenas una semana atrás me hubieran dicho que hoy estaría en mi oficina, ya entrada la noche y espiando el edificio de enfrente, no lo creería.

Sin embargo, aquí estoy, completamente a oscuras, apoyado sobre la ventana de mi estudio con unos gruesos binoculares enfocados hacia el hotel ubicado justo frente a mí. Es un pequeño edificio con un restaurante en la planta baja y una recepción apenas iluminada de la que sólo puedo ver una parte. Mi objeto de atención es la habitación del primer piso, que en este momento está con las cortinas cerradas.

 Hace unos meses, me llamó Daniela, una amiga de toda la vida. La noté fuera de sí. Entre sollozos me llegó a decir que su marido la engañaba hace tiempo. Lo comenzó a seguir, hasta que lo vio  entrar a un hotel con su amante. Y, para su sorpresa, era el que estaba frente a mi estudio.

-Seguro que vuelven, necesito que los vigiles, ya que estás en frente.

Le dije que era una locura lo que me proponía, que si quería espiarlo que lo hiciera ella misma.

Parecía que mis palabras la habían calmado, hasta anoche. Daniela se presentó en mi casa, desencajada. Nunca la había visto así, en lugar de su vestimenta formal, llevaba un jogging y unas zapatillas deportivas. Me dijo que estaba siguiendo a su marido, y no quería que la reconociera.

-¡Mañana van a ir al hotel! -me gritó- ¡Le revisé el celular y mañana van a pasar la noche!

Esta vez, mis razones no alcanzaron para calmar su ansiedad, me dijo que estaba desesperada, que había comprado un arma, pero no tenía idea de cómo usarlo.  Por suerte había consultado con su abogado y éste la había disuadido de realizar cualquier acción violenta. Le dijo que necesitaba pruebas, una foto, aunque fuera, para tramitar el divorcio. Me conmovió verla así, además, la situación habría tocado una fibra íntima en mí, porque aquí estoy, esperando a pescar infraganti a ese sinvergüenza.

Después de varias horas, y cuando ya estaba desistiendo de esta locura, las cortinas de la habitación del primer piso se descorrieron, exhibiendo una escena digna de Hollywood. Sobre la cama, yacía una mujer, y a su lado, sentado, estaba el marido de Daniela, los dos completamente desnudos. Él parecía absorto en sus pensamientos mientras la mujer se tomaba la cabeza entre sus manos. ¿Habrían discutido? No era asunto mío, así que me limité a tomar varias fotografías, el abogado estaría más que satisfecho.

Estaba a punto de guardar la cámara, cuando un movimiento en la puerta del hotel captó mi atención. Un hombre joven, encapuchado, se paró frente a la entrada. No había nada particular en él, salvo que sus zapatillas y su atuendo me parecían familiares. ¡Daniela! Recordé lo del arma, y en mi mente desfilaron imágenes aterradoras, tenía que evitar a toda costa que subiera. Llamé a su celular rogando que atendiera mientras la observaba con los binoculares. Ni bien escuchó el llamado, se dio vuelta para mirarme con una sonrisa desafiante, mientras entraba al hotel.

 


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