La
seductora idea se esfuma cuando veo el bolso al lado de la puerta, esperando. Mejor
me apuro, la tarde empieza a morir y anunciaron lluvia para la noche. Después va
a ser peor. Me cambio de ropa. No llevo el buzo. Afuera hace algo de frío, pero
cuando empiece a correr fuerte voy a entrar en calor.
Llevo
los auriculares nuevos, esos inalámbricos que suenan una barbaridad, y elijo
Aída. Agarro por Guiraldes derecho, donde no hay tantos perros sueltos. En Recoleta todos paseaban sus mascotas con
correa y bozal. En una de mis primeras salidas ni bien nos mudamos al campo,
casi no la cuento. Un cuzco enorme me empezó a perseguir, amenazante. Después
de unos meses, ya tenía armado un circuito para recorrer mis diez kilómetros
diarios libre de amenazas caninas.
Continúa en el libro "Yo sé que vos sabés" de Oliverio Luna...
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