-¿Y si
al final es como las otras, que me cagaron, que me dejaron esperándolas como un
gil?
Borro
la idea de mi cabeza, Emilce es diferente, lo sé.
Está
bajando el sol y empieza a hacer frío. Me acurruco en un zaguán tapándome como
puedo, aprovechando el último pedacito de luz. Desde aquí puedo ver toda la
cuadra: el banco, la mercería, una ferretería. Enfrente la municipalidad y mas
allá, en la esquina, la iglesia. A esta hora ya cerraron los negocios, la
cuadra está vacía, solo yo, esperando.
Emilce
me costó un poco más. Tal vez porque es mayor. Andará por los quince, pienso.
Me acuerdo de Carolina y siento algo feo en las tripas. Con ella había sido
todo más fácil, era del interior, más creída, se ve. Al principio iba todo
bien, se reía, le caía divertido. No le importó que en persona yo pareciera más
grande. Aunque primero se asustó un poco,
ni bien le empecé a hacer chistes y la invité a comer un pancho, aflojó. Por
eso al final me decepcionó tanto. ¿Hacía falta llorar de esa forma, gritar y
patalear? Yo sólo quería ser cariñoso, distinto a su papá, que no le daba bola,
ella misma me lo dijo en el chat. Que se le va a hacer, la tuve que poner a
dormir. Y no fue igual, no me dio lo mismo.
Hace
más de una hora que espero, muerto de frío, en esta calle vacía. El viento
barre con todo y pasa a mi lado, burlándose.
Y
las que vinieron antes, se borran en mi memoria. Sólo queda el alivio, la
descarga, la paz. ¡Pero a qué costo! ¡Y no me arrepiento, no señor! ¿Quién si
no, iba a darles ese amor que en sus hogares no encontraban? Buscaban ese
gesto, esa caricia negada, esa intimidad. Pero finalmente, todas flaqueaban.
¿Por qué tenían que temerme? Yo solo las amaba como de niño lo habían hecho
conmigo, con toda pasión, con todo.
Por
fin, algo se mueve al final de la calle. Todo en mí se conmueve, tiemblo.
Cuesta imaginarme a Emilce, sólo conozco de ella una fotografía bastante
borrosa. Pero es la primera vez que alguien me habla de ese modo, que parece
comprender mis sentimientos, que le importo. Ya no importa tanto cómo luce.
Se
acerca, la percibo, la huelo, no logro verla bien, pero impresiona más grande.
Habla bajito, y ese estruendo no me deja oír.
Algo me quema aquí, en medio del pecho. Duele, y mucho. Antes de
dormirme, la veo alejarse, parecería que se ríe.
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