ANABEL

 


-Acepté la entrevista sólo porque venís de parte de Manucho. Las últimas veces que estuve frente a uno de ustedes la pasé bastante mal.

Es cierto, tiene fama de arisca, su última aparición pública fue hace más de veinte años. Por lo del Konex, creo. Había presentado su libro, un rejunte de lugares comunes acerca de la vida de oficinista, que por alguna extraña razón se había convertido en un best seller. Calculo que fue por su título, algo sobre voltear al jefe.

Me recibe en su piso de la calle Posadas, un coqueto departamento que sin duda conoció épocas mejores. El palier apenas iluminado da paso a un pequeño recibidor con el papel de la pared gastado y desprendido.  Caminamos hasta la sala donde nos espera una fuente repleta de masas finas y una jarra de plata de la que sirve un chocolate espeso y aromático. No es la mejor elección para este tórrido día de verano, pero está delicioso. Es un lugar amplio y luminoso, en contraste con la oscuridad de la entrada. Tanto los muebles como las cortinas y los tapizados están raídos por el tiempo y las polillas, pero en todo el ambiente se respira un aire de dignidad.

Conseguir esta entrevista me costó mucho más de lo habitual, y fue precisamente esa dificultad la que me empujó, casi como una obsesión, hasta Manucho Villafañe, su ex marido.

-Si yo le hablo es posible que te reciba, estamos divorciados, pero mantenemos una relación basada en el respeto y el cariño mutuo. Aunque no siempre fue así.

Manucho Villafañe es un científico de cierto renombre, cultor de un perfil bajísimo.

-Ella es toda energía, puro magnetismo. Hay un escritor, no recuerdo el nombre, que dice que algunos son como un fuego, que echan chispas, y quien se acerca se enciende. Eso es Anabel, una mujer irresistible que contagia su energía a todo el mundo. Sin embargo, su imagen pública transmite todo lo contrario: una profesional seria y comprometida con su trabajo, que aparenta no conocer los placeres de la vida. Quizás por eso no funcionó nuestra pareja, muchas veces sentí que vivía con dos personas diferentes.

La entrevista con Manucho, como me sucedió con otros personajes de la vida de Anabel, me dejó más preguntas que respuestas.

Terminamos el chocolate con masas y ella se acomoda en el sofá, lista para comenzar la entrevista. Es una bella mujer en sus sesenta. Tiene la particularidad, rara hoy en día, de no sucumbir a los estragos de la cirugía plástica, exhibiendo los rasgos propios de su edad con una prestancia envidiable. Debe haber sido muy bella en la juventud, pero no se sabe mucho de su pasado.

Hija de un matrimonio de la alta sociedad de Buenos Aires, en su infancia no sufrió privaciones y su adolescencia transcurrió sin pena ni gloria.

-Conocí a mi novio en una reunión del Jockey, era hijo de unos amigos de mis padres. Hice todo lo que se esperaba de mí, estudié recursos humanos, trabajé en la empresa de la familia, llegué virgen al matrimonio. Manucho es una excelente persona, pero de lo más aburrido. Tuvimos dos hijos hermosos, lamentablemente heredaron el carácter de su padre, y hoy siento que no me conocen en lo absoluto.

-¿Los ve con frecuencia?

-Para nada, los dos huyeron de mí, Diego vive en Estados Unidos y Marcela en Europa. Acaba de tener su primer hijo. -una sombra atraviesa su semblante- y sospecho que no está muy apurada en que lo conozca.

-¿Cómo se gestó su primer libro?

-Se escribió solo, lo único que hice fue mostrar lo que viví durante años al frente de la oficina de personal de la empresa. Me parece que el título contribuyó a su éxito. Y te confieso algo, ni siquiera se me ocurrió a mí.

-Pero obtuvo el premio Konex, no cualquiera…

-¡Me importa una mierda! ¿No te digo que no era yo en realidad quien escribió el librito ése? Esa era otra Anabel, la correcta, la intelectual.

 

La videoconferencia a Bruselas se complica por mi mala conexión a internet y la desconfianza de Marcela, que me atiende desde su casa mientras intenta que su pequeño hijo se duerma en sus brazos.

-No entiendo el motivo de su llamada.

-Estoy escribiendo un artículo sobre tu madre.

-¿Y qué tiene de interesante Anabel como para merecerlo?

- La nota trata sobre alguien que en apariencia debe su éxito a innumerables logros profesionales, publicaciones del ámbito empresarial, y a una personalidad seria y respetable.

-No veo ningún motivo que justifique un reportaje, parece algo muy común.

-Precisamente. Indagando sobre la vida de tu madre, descubrí algunos aspectos que el público no conoce. Por ejemplo, que veinte años después de publicado su gran éxito escribió el guion de una película bajo un seudónimo. Y curiosamente, con el sugestivo título de “Cómo voltearse a su jefe en diez días” ¿Qué llevaría a una figura respetable a hacer algo así?

-Debería preguntárselo a ella.

 

-No había cumplido aún los cuarenta y mi vida era de lo más aburrida. Tenía una buena posición, una familia envidiable, un marido devoto, pero no era suficiente. Algo bullía en mi interior, y no supe qué era hasta que lo conocí. Lo había visto varias veces en reuniones de la empresa, y realmente me parecía un boludo. Sin embargo, esa noche fue diferente, el alcohol debe haber hecho lo suyo. Podrá parecer un cliché, pero a partir de allí todo se transformó. Ya no importaban las apariencias, la familia, ¡Mucho menos la empresa! Con Martín viví lo que no había experimentado en toda mi vida, me sentía realmente libre. Podrán decir cualquier cosa de mí, menos que soy deshonesta. Así, cuando comprendí que mi historia con él era más que diversión, hablé con Manucho y le pedí el divorcio. Siempre fue un tipo elegante, con tal de evitar escándalos, aceptó enseguida.

-Pero la gente nunca conoció esta historia, si bien corrieron algunos rumores acerca de Martín.

-Dije que soy honesta, no valiente. Para los demás continué siendo la empresaria exitosa y respetable, pero la verdadera Anabel pugnaba por salir. Lo del seudónimo fue una forma de convivir con todo, o por lo menos eso creí. La respuesta de mis hijos me hizo ver la realidad. Lo peor es que finalmente, lo de Martín no duró nada.

-Todos los años, para noviembre, emprende un viaje con destino desconocido. ¿Puede contarle al público hacia dónde va?

Me mira fijamente, como tratando de averiguar si puede confiar en mí, y adivino unas lágrimas que intenta ocultar.

-¿Esto va off the record?

Recién cuando le aseguré que así sería, accedió a revelarme el secreto.

-Voy a ver a mis hijos aunque ellos ni lo sospechan. Los sigo desde su casa a sus trabajos, los miro desde el auto, me siento en una mesa cercana en el restorán y trato de escuchar sus conversaciones. Quien te dice, por ahí hablan de mí.

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