Los Estados Unidos poseen uno de los sistemas de seguro médico más eficaces, lo que no quiere decir que sea uno de los más equitativos. Debido a ello, el acceso a la atención médica en ese país se hace cada vez más difícil, dado lo elevado de los costos en materia de salud. Esto hace que los prestadores, generalmente los servicios hospitalarios, hayan implementado severos controles sobre el tipo de afecciones y enfermedades cuyos tratamientos serán costeados por el sistema de salud pública.
En un intento por clasificar las enfermedades neurológicas y psiquiátricas para poder ser “cubiertas” por la seguridad social, la Asociación Americana de Psiquiatría creó el DSM, (manual de estadística y diagnósticos ) actualmente en su cuarta versión, una suerte de guía de enfermedades mentales. Y precisamente en el DSM-IV nos encontramos con un conjunto de síntomas neurológicos y emocionales, para nada novedosos, que afectan sobre todo a los niños y a los adolescentes, agrupados bajo el rótulo de sindrome de hiperactividad y déficit de atención (ADHD).Este conjunto de síntomas se conocía hace muchos años, con diferentes nombres: disfunción cerebral mínima, trastorno por falta de atención e hiperactividad, sindrome de hiperactividad, etc. Se caracteriza por una atención lábil y dispersa que no da tiempo a incorporar información, una marcada inquietud, torpeza motora, impulsividad y poca tolerancia a la frustración. Pueden darse casos con más acentuación de la hiperactividad o del déficit de atención. Aunque puede ocurrir en forma separada, es más común verlo asociado a otros trastornos de la función cortical cerebral, con alteraciones en el aprendizaje, control del movimiento, comunicación e interacción social. Debido a las características mencionadas, generalmente es detectado por las maestras en los primeros años escolares, y muchas veces ignorado o poco dimensionado por los padres. No se ha encontrado ningún análisis de laboratorio específico como tampoco exámenes complementarios del tipo del electroencefalograma o la tomografía computada que sirvan para su diagnóstico, por lo que el mismo requiere un trabajo multidisciplinario arduo y oneroso que muy pocas veces es realizado. La Academia Americana de Pediatría insiste en que deben cumplirse una serie de requisitos para poder aseverar que un niño o un adolescente padecen del sindrome de hiperactividad y déficit de atención, requisitos que los pediatras, los neurólogos y los psiquiatras deberían conocer a la perfección. Lamentablemente, el diagnóstico de esta enfermedad es generalmente realizado en forma apresurada y superficial. Por otra parte, el DSM, que en un principio fue concebido como un intento de clasificación de enfermedades mentales con un fin administrativo, se convirtió en una suerte de “biblia” para muchos médicos en todo el mundo, por lo cual toda afección de índole psicológica que no figure en este manual no es considerada seriamente, y lo que es peor, todo lo que figura en sus listas se toma como una nueva patología, y esto es posiblemente lo que está sucediendo con el sindrome de hiperactividad y déficit de atención.
Considerar al ADHD como una entidad propia, o por el contrario, como un conjunto de síntomas comunes a muchos desórdenes podría tratarse de una discusión puramente académica si no fuera porque el tratamiento más utilizado consiste en el Metilfenidato, una droga más conocida con el nombre comercial de Ritalina. Esta medicación de tipo estimulante forma parte del grupo de las anfetaminas, y constituye la droga de elección en el tratamiento de los desórdenes del aprendizaje. Su utilización se basa en la teoría de que el ADHD se produce como consecuencia de una alteración en el metabolismo de algunas catecolaminas, que actúan como neurotransmisores, y la Ritalina podría corregir esa situación. Como toda droga que actúa a nivel del sistema nervioso, no está excenta de riesgos y efectos adversos. Algunos de ellos son: disminución del apetito, insomnio, dolores de cabeza y de estómago, y uno de los más graves lo constituye el retraso del crecimiento. Otras drogas estimulantes que se utilizan como alternativa terapéutica en niños con ADHD son los antidepresivos como la imipramina, y la desipramina, que pueden producir alteraciones importantes del ritmo cardíaco y cambios en el registro del electrocardiograma.El psiquiatra infantil estadounidense Carl L. Kline manifiesta que la Ritalina no es nada más que una droga de la calle que está siendo administrada a los niños para ocultar el hecho de que no sabemos realmente lo que les pasa...
Ahora bien... ¿Por qué cobró tanta notoriedad este tema en Estados Unidos? Debido a su sistema escolar, los niños del país del norte se ven desde edad temprana sometidos a una gran presión para mantener un rendimiento similar al del resto de sus compañeros. Por otra parte, las escuelas públicas deben , para conseguir el presupuesto necesario, mantener un nivel académico acorde a ciertas exigencias, por lo que las maestras no se pueden dar el lujo de que algunos de sus alumnos retrasen el rendimiento del grupo. Estos niños son rápidamente tildados de “problemáticos” y a veces basta un breve informe por parte de las autoridades escolares para que el pediatra, probablemente presionado por la situación, haga el “diagnóstico” de ADHD y comience a medicar a ese niño con Ritalina. Se ha comprobado que el uso del metilfenidato mejoró la atención y redujo la hiperactividad en un 70% de los casos, por lo que muchos profesionales caen en la tentación de diagnosticar esta enfermedad por el simple hecho de haber obtenido una mejoría con el medicamento, sin haber cumplido con los requisitos diagnósticos de la AAP. Lo que no se tiene en cuenta es que cualquier niño con problemas de aprendizaje o de conducta puede mejorar con el uso de Ritalna, padezca o nó ADHD. La Academia Americana de Pediatría recomienda que antes de comenzar una terapia con el medicamento el niño o adolescente debe haber sido evaluado por un equipo multidisciplinario integrado por pediatras, psicólogos infantiles, psicopedagogas, neurólogos y educadores, y hacen hincapié en que la medicación no debe ser el único tratamiento.Como dato interesante, la DEA informó que el uso de esta droga se incrementó en forma alarmante entre los años 1989 y 1994. Las Naciones Unidas informan a su vez que en 1996 el 10 al 12% de todos los escolares varones de Estados Unidos
Comentarios
Publicar un comentario